Fragilidad y presbiacusia

Envejecimiento y necesidades de las personas mayores: estrategias sanitarias para un envejecimiento saludable

ISBN: 978-84-09-305445

Rubén Polo, Manuel Manrique

Depresión

El envejecimiento también podría estar vinculado a un mayor riesgo de depresión (Freeman et al., 2016), caracterizado por tristeza, autoestima baja o culpabilidad, pérdida de interés en el día a día, y trastornos de sueño o apetito, que tienen un impacto en la concentración (Organización Mundial de la Salud, 2018).

Aproximadamente un 15% de los adultos mayores tienen síntomas leves de depresión y entre un 1% y un 5% viven con trastornos depresivos graves (Fiske, Wetherell y Gatz, 2009). Es más, la investigación científica ha mostrado que la hipoacusia y la depresión en los adultos mayores (p.ej.: Keidser y Seeto, 2017; Rosso et al., 2013) están relacionadas con cambios en la experiencia psicosocial y la degeneración de la actividad cortical propuesta para explicar estos trastornos concomitantes. La relación entre hipoacusia y depresión en los adultos mayores se ha examinado y justificado más comúnmente en el contexto de la potencial influencia de los cambios psicosociales que se sufren con edad. Kiely, Anstey y Luszcz (2013) en un primer momento descubrieron que la gravedad de los síntomas depresivos estaba asociada a la hipoacusia en adultos mayores, pero era insignificante (es decir, se justificaba) al incluir en el modelo la dificultad de completar actividades rutinarias y el grado de interacción social en la vida diaria. Más adelante, la evidencia demuestra un declive más pronunciado de la audición en un contexto de mayor soledad social y emocional entre adultos mayores (Pronk et al. 2014), y de no tratarse, la hipoacusia podría convertirse en una causa de estrés crónico que lleve a la proliferación de la depresión como factor de estrés adicional (West, 2017). Por tanto, la hipoacusia podría empeorar las dificultades ya existentes en relación a las capacidades psicosociales y funcionales en la tercera edad, aumentando así la probabilidad de desarrollar una depresión. Y al mismo tiempo, la evidencia más reciente muestra que los factores psicosociales (p. ej.: menor participación en las actividades sociales o acceso a una red social) no influyen en modo alguno en la relación entre hipoacusia y depresión en adultos añosos (Cosh et al., 2018). Los autores propusieron que los adultos añosos pudieran estar aceptando la hipoacusia como parte de la experiencia normal de envejecer y, por tanto, se adaptaban a los cambios auditivos modificando/mejorando sus aptitudes comunicativas o utilizando audífonos para paliar la hipoacusia, lo cual a su vez mitiga el posible impacto negativo de la hipoacusia en las experiencias psicosociales que podrían preceder a la depresión (Cosh et al., 2018).

Por tanto, no está claro que un mecanismo psicosocial en la tercera edad explique la relación entre hipoacusia y depresión en adultos añosos. Con la finalidad de aclarar esta posible relación, Blake J. Lawrence et al. (2019), lleva a cabo un meta-análisis y revisión sistemática de la literatura con el objetivo de estimar la asociación de comorbilidad y la posible influencia de las características psicosociales o de salud que pudieran explicar esta relación en ancianos.

La evidencia más reciente sugiere además que la degeneración de los mecanismos neuropatológicos asociados con la percepción auditiva y la regulación del estado de ánimo podrían ser la razón de la relación entre hipoacusia y depresión en ancianos. Tal y como han revisado minuciosamente Rutherford, Brewster, Golub, Kim y Roose (2018), los estudios de neuroimagen muestran patrones parecidos y una actividad menor en el sistema límbico (responsable de las emociones y el comportamiento), la corteza frontal (responsable de la regulación de emociones, el razonamiento y la planificación), y la corteza auditiva en ancianos con hipoacusia o depresión. Estos hallazgos iniciales sugieren la presencia de una degeneración neuronal común asociada con la hipoacusia y la depresión en ancianos, pero hace falta más evidencia para entender mejor la patofisiología que subyace bajo la hipoacusia y la depresión en la tercera edad.

Hasta la fecha, se ha informado de la relación entre hipoacusia y depresión con frecuencia en los estudios epidemiológicos. Algunos estudios transversales informan de un vínculo entre la hipoacusia y la depresión en la tercera edad (Behera et al., 2016; Keidser y Seeto, 2017; Lee y Hong, 2016), mientras que otros informan de la inexistencia de dicho vínculo (Bergdahl et al., 2005; Chou y Chi, 2005). Hay evidencia similar en los estudios de cohortes, donde los resultados iniciales muestran una hipoacusia asociada con una mayor probabilidad de depresión entre los adultos mayores (Forsell, 2000) y estudios posteriores que repudian estos hallazgos (Chou, 2008; (Cosh et al., 2018). Los hallazgos contradictorios en la literatura quizá se deban a las diferencias metodológica entre los estudios y las limitaciones asociadas con la investigación epidemiológica. Como método de investigación, la epidemiología permite examinar las características de salud en muestras de población amplias, cuando llevar a cabo un ensayo clínico más controlado no es factible (p. ej.: examinar los patrones dietarios entre distintos países) o ético (p.ej.: examinar los efectos del tabaquismo en la salud). Sin embargo, los estudios epidemiológicos a menudo se ven influenciados por sesgos que socavan la fiabilidad de los resultados. Tal y como informó Ioannidis (2016), la mayoría de los hallazgos epidemiológicos con significancia estadística no se suelen replicar después en ensayos controlados y aleatorizados más potentes científicamente. Es más, los estudios epidemiológicos longitudinales grandes que examinan los cambios en las características de salud (p.ej.: la encuesta epidemiológica nacional estadounidense sobre salud y nutrición), a menudo encuentran correlaciones estadísticamente significativas entre casi todas las variables de interés (Patel, Ioannidis, Cullen y Rehkopf, 2015). Sin embargo, teniendo en cuenta estas limitaciones, un meta-análisis y una revisión sistemática de los estudios epidemiológicos (p.ej.: transversal y cohorte) quizá ofrezcan una estimación más rigurosa de la relación entre las características de salud (p.ej.: hipoacusia y depresión), al tiempo que ponen de relevancia las fortalezas y debilidades de la evidencia existente y ofrecen recomendaciones para la práctica en clínica a futuro.

Estudios previos que investigan el vínculo entre la hipoacusia y la depresión han estimado la hipoacusia con medidas objetivas, como la audiometría (PTA) (Hidalgo et al., 2009; Kiely et al., 2013), pero una parte de los estudios solo informan de una hipoacusia subjetiva, medida con resultados informados por el propio paciente (p.ej. Boorsma et al., 2012; Saito et al., 2010).

Algunos estudios incluían un porcentaje de participantes con declive cognitivo (Perlmutter, Bhorade, Gordon, Hollingsworth y Baum, 2010). El declive cognitivo se ha descrito como déficits de la función cognitiva anormales para la edad y el nivel educativo, y en adultos añosos podría oscilar desde un deterioro cognitivo leve hasta la demencia (Albert et al., 2011). Cada vez hay mayor evidencia que pone de relieve el vínculo entre la hipoacusia y el declive cognitivo en adultos añosos (Loughrey, Kelly, Kelley, Brennan y Lawlor, 2017), y el declive de la función cognitiva se ha asociado con la depresión (Wang y Blazer, 2015). Por tanto, cabría esperar un vínculo más estrecho entre la hipoacusia y la depresión en adultos añosos, lo cual demostraría también la presencia de declive cognitivo (Rutherford et al., 2018).

La experiencia de los participantes con los audífonos también varía de un estudio a otro (Chou, 2008; Pronk et al., 2011; Rosso et al., 2013). Los audífonos podrían aliviar los síntomas de depresión asociados con la hipoacusia en adultos añosos (Choi et al., 2016; Manrique-Huarte, Calavia, Irujo, Girón y Manrique-Rodríguez, 2016), lo cual podría influir en el vínculo entre hipoacusia y depresión en la investigación observacional.

Además, un porcentaje alto de estudios no incluye los resultados ajustados a la influencia externa de las covariables (p.ej.: características de salud/psicosociales), lo cual socava la validez de los hallazgos (Al Sabahi, Al Sinawi, Al Hinai, y Youssef, 2014; Chou y Chi, 2005; Hidalgo et al., 2009).

Es además ampliamente aceptado que con los estudios transversales no se infiere la causalidad, y por tanto es imposible establecer la existencia de una relación temporal entre la hipoacusia y la depresión de esta manera. La evidencia meta-analítica con un número reducido de estudios inicialmente mostró un vínculo entre hipoacusia y depresión en la tercera edad (Huang, Dong, Lu, Yue, y Liu, 2010). No obstante, se han publicado más estudios desde entonces y la incoherencia entre hallazgos justifica la necesidad de una revisión sistemática y un meta-análisis de la evidencia.

En base a todo ello, el objetivo principal de la revisión sistemática y el meta-análisis realizado por Blake J. Lawrence et al. (2019) era resumir la evidencia disponible para ofrecer una estimación resumida del efecto de la relación entre hipoacusia y depresión en ancianos. El segundo objetivo era examinar si las características del estudio (p.ej.: el diseño, la medición de resultados) o los participantes (p.ej.: demografía, salud) podrían influir en la asociación entre hipoacusia y depresión. Una revisión sistemática y minuciosa de la literatura se llevó a cabo por este autor y toda la evidencia disponible se incluyó en el estudio para ofrecer una estimación más rigurosa del vínculo entre hipoacusia y depresión en ancianos.

Los hallazgos de esta revisión sistemática y el meta-análisis (Blake J. Lawrence et al., 2019) indican que la hipoacusia se asocia con una probabilidad 1,47 veces mayor de depresión en adultos mayores.

Es más probable que los adultos mayores con hipoacusia sientan soledad emocional y social (Contrera, Sung, Betz, Li y Lin, 2017; Pronk et al., 2014), función cognitiva pobre (Jayakody, Friedland, Eikelboom, Martins y Sohrabi, 2018; Loughrey et al., 2017) y dificultad a la hora de completar actividades rutinarias (Gopinath et al., 2012), que también se asocian independientemente con más síntomas de depresión en la tercera edad (Hörnsten, Lövheim, Nordström y Gustafson, 2016; Luanaigh y Lawlor, 2008; Wang y Blazer, 2015). Por tanto, la hipoacusia podría empeorar las dificultades ya existentes que se relacionan con las capacidades psicosociales y funcionales en la tercera edad, aumentando así la probabilidad de desarrollar una depresión.

Dentro del paradigma del proceso del estrés (Pearlin, Menaghan, Lieberman y Mullan, 1981), el grado de apoyo social podría explicar la relación entre hipoacusia y depresión en adultos añosos (West, 2017). En un amplio estudio longitudinal (N > 6000) con adultos estadounidenses (edad ≥50 años), West (2017) observó que, sin apoyo social suficiente, la hipoacusia se manifiesta como un factor de estrés crónico en los adultos mayores, lo cual lleva a la proliferación de la depresión como factor de estrés adicional. Kiely y colaboradores en un trabajo anterior (2013) también informaron del vínculo entre la hipoacusia y la depresión, algo que justificaba totalmente la interacción social y la participación en actividades que estimularan la mente. Pocos estudios en este meta-análisis han medido o han controlado el apoyo social, por lo que no ha sido posible indagar en esta relación en la revisión actual. No obstante, los hallazgos de este meta-análisis indican que los adultos mayores con hipoacusia tienen una probabilidad mayor de depresión y los últimos estudios sugieren que un apoyo social adecuado podría mitigar la gravedad de los síntomas depresivos.

Los cambios neuropatológicos al cerebro envejecido también se han propuesto como un mecanismo potencialmente asociado a la hipoacusia y la depresión en adultos añosos (Rutherford et al., 2018). El sistema límbico y la actividad de la corteza auditiva en respuesta a estímulos auditivos positivos y negativos emocionalmente hablando se deteriora en personas con hipoacusia (Husain, Carpenter-Thompson y Schmidt 2014; Rutherford et al., 2018). La evidencia de la neuroimagen también muestra una activación menor de las regiones corticales frontales en ancianos con hipoacusia (Boyen, Langers, de Kleine y van Dijk, 2013; Husain et al., 2011) y depresión (Murrough et al., 2016). Aunque no se sabe mucho acerca de las vías corticales vinculadas a la hipoacusia y la depresión en adultos añosos, estos estudios preliminares sugieren mecanismos neuropatológicos homogéneos que podrían favorecer la hipoacusia y la depresión en ancianos. Sin embargo, hace falta una investigación de mayor calidad que combine la imagen, la audiología y la neuropsicología para entender mejor estas relaciones y establecer la relación temporal entre estas comorbilidades.

Había un grado amplio y significativo de heterogeneidad dentro de la vinculación general entre hipoacusia y depresión, pero las diferencias en el estudio y las características de los participantes no justifican la varianza de este efecto. Cuando se miden y controlan las covariables suficientes en el resultado, los estudios de cohorte (en comparación con los estudios transversales) arrojan evidencia más significativa, porque permiten inferir la naturaleza temporal de las comorbilidades por otros trastornos de la salud. Los estudios transversales también están sujetos a limitaciones metodológicas, inclusive un sesgo en la respuesta del participante y un muestreo de conveniencia (Sedgwick, 2013), que podrían inflar artificialmente el vínculo entre resultados cuando se miden en un momento concreto. Por tanto, la asociación transversal entre hipoacusia y depresión podría disminuir cuando se mide de forma constante a lo largo del tiempo. De todas formas, este meta-análisis mostró un vínculo significativo entre hipoacusia y depresión aunando los efectos de la transversalidad y la cohorte. Los hallazgos de esta revisión sugieren que los adultos mayores parecen tener una mayor probabilidad de depresión asociada a la hipoacusia, y esta asociación podría ser constante a lo largo del tiempo.

Medir el resultado de forma subjetiva podría suscitar un sesgo en la respuesta que lleve a una sobre o subestimación de la gravedad de los trastornos de salud (Daltroy, Larson, Eaton, Phillips y Liang, 1999; Dowling, Bolt, Deng y Li, 2016) y estudios anteriores habían sugerido que el uso de audífonos podría mejorar los síntomas depresivos asociados a la hipoacusia (Manrique-Huarte et al., 2016). Sin embargo, esta revisión no mostró diferencia alguna en la asociación entre hipoacusia y depresión cuando los estudios usaban mediciones objetivas o subjetivas de la hipoacusia o cuando incluían un porcentaje de participantes con experiencia previa en el uso de audífonos. En un estudio comunitario amplio (N > 100.000), Keidser, Seeto, Rudner, Hygge y Rönnberg (2015) encontraron que independientemente de la medida empleada para evaluar la hipoacusia o si los participantes usaban audífonos, la gravedad de la hipoacusia se asociaba con mayores síntomas de depresión. Tal y como describe Ioannidis (2016), incluso los estudios de cohorte más rigurosos y minuciosos en la ejecución a menudo no pueden establecer la relación temporal entre las variables de interés. Teniendo en cuenta la naturaleza observacional de los hallazgos actuales, es difícil establecer si la hipoacusia de un individuo precede al inicio de la depresión o si los achaques a la salud aumentan la sensación de depresión, teniendo un efecto negativo en la percepción de su audición. También es importante observar que la mayoría de los estudios incluidos en esta revisión no informaron de la proporción exacta de la muestra que era usuaria de audífonos. Además, hay una discrepancia entre los dueños de audífonos y los usuarios de audífonos, pues hasta un 24% de los dueños de audífonos informaron no haber utilizado sus audífonos nunca (Hartley, Rochtchina, Newall, Golding y Mitchell, 2010). Por tanto, es probable que los dueños y usuarios de audífonos no estén correctamente representados en este meta-análisis, lo cual podría haber contribuido al hallazgo nulo. Teniendo en cuenta estas salvedades, los resultados de los análisis preliminares del autor sugieren que la hipoacusia informada por el mismo paciente podría ser un baremo suficiente de la hipoacusia y de su relación con la depresión en adultos mayores y los audífonos quizá no alivien los síntomas de depresión asociados a la hipoacusia.

La hipoacusia se asocia con un declive de la función cognitiva en ancianos (Jayakody et al., Loughrey et al., 2017), y el deterioro cognitivo se ha asociado con niveles mayores de depresión en edades avanzadas (Wang y Blazer, 2015). Por tanto, esperábamos una mayor probabilidad de depresión entre los estudios que incluían participantes con hipoacusia y deterioro cognitivo y aquellos que informaban sus resultados sin ajustar a las covariables. Por un lado, los hallazgos actuales sugieren que los ancianos con hipoacusia y declive cognitivo no necesariamente se enfrentan a una mayor probabilidad de depresión en comparación con individuos con hipoacusia pero sin declive cognitivo, y la asociación entre hipoacusia y depresión podría no verse influida por diferencias en las características demográficas y de salud a nivel de grupo o individual. Sin embargo, en línea con el efecto nulo de los audífonos, pocos estudios informaron del porcentaje de su muestra y la gravedad del déficit cognitivo o del deterioro cognitivo examinado sobre todo en relación con la hipoacusia y la depresión. Por tanto, no está claro qué porcentaje de los participantes en este meta-análisis tuvo deterioro cognitivo, lo cual se debe tener en cuenta al interpretar estos resultados.

Los análisis de sensibilidad tampoco ofrecieron explicación alguna respecto a la heterogeneidad del efecto conjunto de la hipoacusia y la depresión. Hubo estudios eliminados de dicho efecto conjunto por haber informado coeficientes beta que debían haberse convertido a OR para este meta-análisis, por incluir muestras grandes (N>20.000) que podrían sesgar la relación dada su alta ponderación, y por examinar la hipoacusia y la depresión en adultos mayores que viven en régimen de cuidados (p.ej.: residencias de ancianos, hospitales) donde es más probable sufrir hipoacusia severa y depresión (Boorsma et al., 2012; Cosh et al., 2018; Keidser y Seeto, 2017; Kiely et al., 2013; Krsteska, 2012; Pronk et al., 2011; Rosso et al., 2013; Yasuda et al., 2007). Sin embargo, la relación entre hipoacusia y depresión se mantuvo relevante, habiendo también un grado entre amplio y moderado de heterogeneidad después de cada análisis de sensibilidad. Estos hallazgos sugieren que la relación entre hipoacusia y depresión no se había inflado artificialmente con los métodos estadísticos que se emplean para convertir el tamaño de los efectos del estudio para el meta-análisis (sobre todo por los estudios con muestras muy grandes), o influido por una relación potencialmente más clara entre hipoacusia y depresión que a menudo encontramos en adultos añosos que viven en régimen de cuidados. Desde luego que la evidencia que ratificaba el vínculo entre hipoacusia y depresión era baja (Schünemann et al., 2013). Desde luego que la evidencia se redujo sobre todo dadas las limitaciones que suponía incluir solo estudios observacionales que carecen del rigor metodológico de un diseño más potente (p.ej. ensayos clínicos). Entre los criterios GRADE (Schünemann et al., 2013), solo el riesgo de sesgo se redujo un nivel al considerar que más de la mitad de los estudios incluidos no informaban de resultados ajustados a las covariables. Dicho esto, los análisis del autor de este estudio e meta-análisis no mostraron diferencia alguna entre estudios con resultados ajustados o no ajustados. También es importante recalcar que la falta de coherencia en la evidencia no se redujo a pesar de un grado alto de heterogeneidad (I2 = 83,26%) dentro del efecto conjunto. La heterogeneidad del meta-análisis debe considerarse dentro del cuerpo de evidencia respectivo (Schünemann et al., 2013), y la mayoría de los estudios (>70%) incluidos en el meta-análisis informaron de efectos menores y medios con intervalos de confianza solapados. Por tanto, concluimos que las diferencias en las estimaciones del efecto estudio eran relativamente coherentes entre estudios, lo cual ratificaba la asociación estadísticamente significativa y constante entre hipoacusia y depresión de la que se informa en este meta-análisis.

Hay limitaciones a esta revisión. Se han empleado muchos resultados diferentes y puntuaciones de corte para medir la depresión y la hipoacusia, y hay estudios que no han ofrecido suficiente detalle como para poder establecer el método empleado en concreto. Solo un estudio (Saito et al., 2010) informó del vínculo subjetivo entre hipoacusia y depresión con un cuestionario validado y estandarizado (p.ej.: el inventario para evaluar el déficit auditivo en ancianos, HHIE por sus siglas en inglés), y el resto de los estudios emplea una gama de preguntas y criterios que el propio paciente contesta. La variabilidad de metodologías empleadas para informar en los estudios ha llevado a una clasificación burda de las variables por parte del autor, lo cual probablemente sea causa en parte de los hallazgos nulos del autor y que haya limitado también nuestra capacidad de investigar si la gravedad de la hipoacusia o la depresión causaban la varianza dentro del efecto total. La conversión del coeficiente beta de Kiely y colaboradores (2013) a un OR para este meta-análisis llevó a que se inflara artificialmente un hallazgo no significativo hasta llegar a ser una relación entre hipoacusia y depresión considerable y significativa. Eliminar Kiely y colaboradores (2013) no tuvo ningún impacto en el efecto global, pero la diferencia estadística entre efectos debería tenerse en cuenta. Es más, los hallazgos actuales están limitados a adultos mayores (≥60 años) y la evidencia sugiere que los adultos más jóvenes podrían tener síntomas de depresión más graves en relación con la hipoacusia (Keidser y Seeto, 2017). Para entender mejor estos trastornos de la salud concomitantes a lo largo de la vida, los investigadores quisieran revisar y meta-analizar de forma sistemática el vínculo entre hipoacusia y depresión en poblaciones de adultos más jóvenes y adolescentes. Es más, recomendamos encarecidamente que los hallazgos de los análisis efectuados por el autor se interpreten con cautela, y que, en un futuro, los estudios sigan el diseño de los ensayos controlados aleatorizados para ofrecer evidencia más contundente acerca de si los audífonos mejoran los síntomas de depresión en adultos añosos con hipoacusia y si el declive cognitivo se asocia o no a la relación entre hipoacusia y depresión. También recomendamos que los estudios epidemiológicos en un futuro adopten diseños más rigurosos, asegurando que miden, informan y controlan de forma coherente la influencia de uso y propiedad de audífono, presencia y grado del declive cognitivo, gravedad de la depresión y de la hipoacusia, y más ampliamente, el estado de salud en general y las características demográficas (p.ej., edad, años con hipoacusia) que probablemente influyan en el vínculo entre hipoacusia y depresión en la tercera edad. Los hallazgos de esta revisión apuntan a que la rehabilitación auditiva con audífonos podría no aliviar los síntomas de depresión asociada a la hipoacusia. Hay evidencia reciente que muestra que el apoyo social podría moderar la relación entre hipoacusia y depresión en la tercera edad (West, 2017), lo cual sugiere que los ancianos podrían beneficiarse de una formación educativa (Preminger y Meeks, 2010) y terapia psicosocial (Lindsey, 2016) para dotarse de los recursos necesarios que les ayuden con los cambios de salud y el impacto que tienen en su calidad de vida. Los adultos con hipoacusia severa y profunda también informan de no haber recibido terapia psicosocial como parte de su rehabilitación auditiva, a pesar de querer que se les refiera (Hallam, Ashton, Sherbourne y Gailey, 2006). No obstante, es importante apuntar que la depresión y los trastornos de la salud están estigmatizados para muchos adultos añosos (Conner et al., 2010), lo cual a menudo inhibe su intención de buscar ayuda y hace que sea más difícil para audiólogos y geriatras identificar cuándo podrían necesitar y beneficiarse de una intervención. Por ejemplo, la sociedad de psiquiatría de Reino Unido (Royal College of Psychiatrists), informó de que casi la mitad de todos los ancianos ingresados con un diagnóstico de depresión no tenían ese diagnóstico incluido en su informe médico en el momento del ingreso ni añadido en la notificación de alta a su médico de cabecera (Hood, Plummer y Quirk, 2018). Los audiólogos se beneficiarían de formación para comprender mejor las dificultades psicosociales que viven los ancianos con hipoacusia (Ekberg, Grenness y Hickson, 2014) y tener más confianza a la hora de identificar y hablar de temas de salud mental con sus clientes añosos. Que los profesionales de la salud que trabajan con ancianos con hipoacusia usen más herramientas para cribar la depresión (p.ej., la escala de depresión geriátrica, GDS por sus siglas en inglés) también concienciaría más respecto a la depresión en esta población y la proporción de personas que se beneficiarían de psicólogos y psiquiatras especializados en el tratamiento de la depresión (Smarr y Keefer, 2011).

Por último, es importante observar el tamaño del efecto encontrado en este meta-análisis. La hipoacusia se asoció con una probabilidad 1,47 veces mayor de desarrollar depresión. De acuerdo con las convenciones recomendadas, (Chen et al., 2010), es un efecto mínimo. Aunque la asociación fue estadísticamente significativa, un aumento mínimo en la probabilidad de depresión indica que un porcentaje pequeño de ancianos podría tener síntomas depresivos en relación con su hipoacusia, pero la mayoría no. Dentro de la población en general solemos asociar la depresión a acontecimientos vitales negativos (p.ej.: la muerte de un ser querido, la pérdida de ingresos), largos periodos de estrés, trastornos de la personalidad, drogodependencia, y una mala dieta (Beck y Alford, 2009) y estos factores podrían ser peor para ancianos que sufren un declive general de su salud o tienen una percepción negativa del envejecimiento (Freeman et al., 2016). Los profesionales de la salud (en concreto los audiólogos) que trabajan con ancianos con hipoacusia deben ser conscientes de la etiología heterogénea de la depresión y entender que una parte, pero no una mayoría de los clientes añosos tendrán síntomas depresivos asociados a su hipoacusia.

En conclusión, una revisión sistemática y amplia y un meta-análisis (Blake J. Lawrence et al., 2019) han identificado 35 estudios que examinan la hipoacusia y la depresión en adultos añosos. Esta revisión incluye dos hallazgos principales. Primero, que la hipoacusia se asocia con una probabilidad 1,47 veces mayor de desarrollar depresión en ancianos, a pesar de ser una asociación mínima. Segundo, la asociación entre hipoacusia y depresión podría no verse influenciada por el tipo de medición de la hipoacusia, uso de audífonos o características demográficas o de salud. Estos hallazgos se refuerzan con la evidencia de una muestra grande (N>145.000) de adultos añosos que es representativa mundialmente. Un porcentaje de los ancianos puede desarrollar síntomas depresivos relacionados con la hipoacusia, y recomendamos a los profesionales de la salud relacionados con ellos y médicos de cabecera en general que sean más conscientes y conocedores de la depresión que se sufre al envejecer.

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